Decidí retomar el blog escribiendo sobre Lydia Cabrera; el por qué es muy simple; es un personaje no muy conocido en el ámbito internacional, sin embargo juega un papel muy importante en la proyección internacional de Cuba, su más grande mérito: Ser la precursora de la cultura afrocubana.
Lydia nació en la Habana el 20 de mayo de 1899, su niñez fue muy característica de la época cubana de principios del siglo XX, vivió bajo el nuevo orden de la Cuba independiente conocido como la Primera República. Tiene una niñez por demás interesante, lo que hace que desarrolle sus capacidades de una manera diferente, esto debido a que recibió educación en su propio hogar, a causa de una enfermedad que le imposibilitaba la asistencia a la escuela, así transcurrió su adolescencia hasta llegar a estudios superiores; nada extraño en muchos estudiantes cubanos, sobre todo de esa época.
Su vida seguía viviendo interesantes giros, puesto que hizo estudios superiores en Francia en 1927 durante el régimen de Machado graduándose en 1930, es de llamar la atención su estancia en Europa durante los tiempos de crisis, periodo en el cual, escribió su primer libro: “Cuentos negros” una de sus obras más significativas y en la cual, despegaba esa afición sobre la cultura de raíces negras cubanas combinada con su adicción a la lectura, su singularidad en el arte y su vocación antropóloga.
Su intelectualidad atraía intelectualidad, siendo Federico García Lorca uno de sus más grandes amigos y “fan” de sus escritos sobre rituales afrocubanos. Así como Teresa de la Parra a quien en su “lecho de muerte” le leía cuentos negros. Siendo Lydia una mujer longeva, siempre tuvo una visión de los grandes sucesos del mundo, vio desde la primera guerra mundial hasta la caída del muro de Berlín, era una sabia conocedora de los procesos y una nariz más para la historia.
Permaneció en Europa hasta 1937, un año después de la muerte de Lorca, quien fue victimizado durante la guerra civil española, en la cual, se perseguían además de personas con opuestos ideales políticos, a negros, homosexuales, entre otros, destacando que, Lorca oriundo de Granada, tenía herencia política de su padre y además era homosexual, hilo que nos lleva a una conjunción sorprendente, debido a que Lydia era lesbiana, sin embargo Lorca había escrito para ella un poema con carácter sensual, este de los más famosos: “La casada infiel”, digno de analizar por el contenido del mismo.
Para tiempos de Fulgencio Batista, Lydia ya estaba de nuevo en Cuba puesto que, se dedicó a recorrer el país (Cuba) para solidificar sus estudios etnológicos sobre la cultura afrocubana, hecho mencionado tras sólo concentrarse en esto y no en ámbitos políticos, los cuales acarrearían consecuencias en su ideología durante el gobierno de Castro. El resultado pues, de esta investigación dio a la luz a “El Monte” (1954) su más célebre libro, en el cual recopiló información por medio de entrevistas a modo de platica con los ancianos negros, contrastándola con la de los hijos de africanos, sobre los rituales, los mitos y las costumbres más arraigadas de esta cultura, método etnológico que en lo personal, al haber hecho investigación, es bastante efectivo para sacar las entrañas de lo que se desea encontrar, siendo así como logró obtener el puro extracto del universo negro como ella alguna vez mencionó.
Dentro de su trascendencia, hay oscuras facetas y cosas de su vida que no han sido muy claras, puesto que Lydia abandona Cuba, tras no estar de acuerdo con el gobierno de Fidel Castro (1960), acotando que, Lydia tenia amplios estudios en la zona de Matanzas, con estos datos preambulares, podemos imaginar su participación en el ataque a Playa Girón en Bahía de Cochinos, el cual tiene una base historica de dolor nacional por parte de quienes se exiliaron o en este caso se les conoce como discidentes, además de esta zona pertencer al Matanzas presisamente.
Una mujer ejemplar en su campo y una magnifica investigadora, se encontraba anciana en el exilio en Miami, amando con fervor las raíces de la otra Cuba, la Cuba negra, siendo ella una mujer blanca, su vida continuó larga, viendo pasar la historia con sus propios ojos, sin que nadie le contara nada; siguió escribiendo libros, sobre todo cuentos.
Murió a los 92 años en Miami (1991), lejos de lo que tanto amó, burlada en muchos casos por los rádicales cubanos de la Isla; dejando un legado amplio para estudio de todo el misterio que encierra la cultura negra y sus conexiones.